jueves, 6 de mayo de 2010

¿Y qué Culpa Tengo yo?

¿Y qué culpa tengo yo? – le dijo a ella.

Ella simplemente se quedó mirándolo como si nada pasara. Como si estuviera viendo un cuadro.

– ¿Qué culpa tengo yo que disfrute tanto de tu compañía? Que disfrute de cada momento vivido contigo. Que disfrute de cada beso, de cada abrazo. Que disfrute de cada palabra que pronuncias. Que disfrute de cada cosa que dices. Que disfrute con cada movimiento que das. Que disfrute sólo con verte a los ojos y sentirme tranquilo y en paz.

No, no tengo la culpa. Simplemente pasó. Pasó y yo no me di cuenta. Tocó a la puerta y no sé en qué momento se quedó conmigo. Sin embargo, fueron días tranquilos. Llenos de luz y alegría. –

Él bajo la cabeza por un momento, cerró los ojos y suspiró. Un suspiro profundo que le llego al alma y le disipó todas las nubes. Luego, la miró a los ojos, a esos ojos en los que tantas veces se había sumergido.

– Sabes, ahora que lo pienso sí tuve la culpa. Tuve la culpa de precipitarme. Soy culpable de no vivir el presente y buscar las respuestas en el futuro. Soy culpable de quererte buscando algo a cambio. Soy culpable de perderte y que te alejes de mí. Ahora lo entiendo todo. Fui un tonto al no valorar lo que me estabas ofreciendo. Porque me lo dabas generosamente, nunca pediste nada a cambio y siempre fuiste transparente. Y de corazón te lo agradezco. No sé qué más decirte. –

Al terminar, él la abrazó. Un abrazo sincero, sin ataduras. Ella le respondió el abrazo de la misma manera. No quería alejarse, no quería perderlo. Así que lo miró a los ojos y le dijo muy suavemente:

– Tranquilo, siempre podrás contar conmigo. – Y le dio un abrazo eterno que él siempre llevó consigo.